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No estábamos listas para ser campeonas

Aimeé Ramos Torres

Psicóloga del deporte: Categorías femeniles de Club Pachuca

Habían transcurrido dos torneos consecutivos en los que la Tuzas Sub-19 se quedaban en fase de semifinales (clausura y apertura 2023). En el primero de estos dos éramos consideradas como un equipo competitivo. En el segundo el golpe fue aún más duro pues fuimos eliminadas de la competencia siendo las favoritas al título, mejor ofensiva, líderes generales y el rival a vencer en el torneo. ¿Cómo podríamos explicar que nuevamente nos quedáramos en semifinales? ¿Qué nos faltó aprender o construir para poder jugar esa final tan anhelada?

Al inicio es algo muy difícil de comprender y sobre todo sumamente doloroso. Para lograr resultados diferentes hay que hacer cosas diferentes en el proceso. Después de la primera semifinal perdida lo entendimos entonces el equipo comenzó a construir las bases de lo que sería nuestra identidad. Las jugadoras consolidaron un grupo más unido y leal entre sí mismas, trabajamos duro cada día de cada microciclo, inclusive tuvimos semanas de trabajo en las que todas las sesiones de entrenamiento habían salido de acuerdo a lo planificado, el esfuerzo y la intensidad se convirtieron en el ADN de este equipo; por ende,  la AGRESIVIDAD a nivel psicológico fue el estandarte para las Tuzas sub-19 en la cacha: comenzamos a ir al choque, empezamos a utilizar nuestros brazos, tener más contacto con el rival, la red de caída y las segundas jugadas eran nuestras, aprendimos a no dar un balón por perdido y correr hasta que la línea se acabara para alcanzarlo, fuimos agresivas con el gol al ser más verticales, dejamos de ser el equipo que esperaba al ataque del rival y comenzamos a ser nosotras quienes proponían, tenían la posesión de y construían el juego, fuimos agresivas desde la voz y la comunicación en el campo y sumamente contundentes a la ofensiva y defensiva pero como lo dije hace un momento, había agresividad en cancha, solamente en el lugar sagrado: el campo de fútbol. Recuerden esto por favor que en un momento llega a ser el punto de la historia.

Al caer así en semifinales y tropezarte NUEVAMENTE CON LA MISMA PIEDRA, después de haber hecho cambios significativos al proceso y los ajustes que creíamos eran pertinentes, es decir, haber trabajado tan duro y hecho cosas diferentes para lograr resultados diferentes y no conseguirlo generó que cuando comenzó al nuevo torneo fue muy difícil cambiar la página y poder despertar la motivación en un grupo que percibía que TENÍA TODO para ser campeonas y aun así no lo conseguimos. Entonces si este equipo tenía un talento indudable sumado al trabajo duro e intenso como un hábito diario ¿por qué no pudimos lograrlo? Si la convicción y la confianza de jugadoras y cuerpo técnico estaban intactas, y en el vestidor se desayunaba, comía y cenaban frases como “este torneo es el nuestro” o “nunca habíamos estado tan cerca” entonces la pregunta fría y objetiva es ¿en realidad teníamos todo? Como mencioné al inicio de este escrito, esto es algo sumamente difícil de comprender sin embargo finalmente se convierte en algo muy claro después de 2 semifinales perdidas, en realidad era más sencillo de lo que esperábamos: NO ESTÁBAMOS LISTAS PARA SER CAMPEONAS.

Si hay algo peligroso en un grupo lleno de jugadoras tan talentosas es precisamente el talento en sí. Pensar que el talento y trabajar con ese talento es lo único que se necesita para ser campeonas es lo que probablemente había llevado a las Tuzas Sub-19 a pesar de haber hecho las cosas diferentes a toparse otra vez CON LA MISMA PIEDRA. Nos acostumbramos a tener semanas perfectas de trabajo que finalizaban con marcadores a nuestro favor y de pronto perdimos la noción de que el camino en el alto rendimiento es en realidad muy difícil, silencioso y doloroso porque poner el balón en el suelo, jugar a 1 o 2 toques y tener la posesión en los partidos no te garantiza que vayas a ganarlos. Y el principal maestro siempre termina siendo el mismo fútbol puesto que hay equipos que no proponen en el campo y están a la expectativa del error del rival y cuando nos equivocamos toman la oportunidad que parecía nuestra, pero en realidad la hacen suya y terminan ganándote partidos, tandas de penales, finales, mundiales y la oportunidad de sentir la gloria, la gloria de ser campeonas. Y ese era nuestro principal error pensar que el talento y el trabajo en campo diario serían lo único necesario.

El fútbol de alto rendimiento tiene una DEMANDA EMOCIONAL y ATENCIONAL diaria y es por eso que no es para todas; por ende, no todas las jugadoras están listas para ser futbolistas profesionales y mucho menos para ser campeonas.

“La presión es un privilegio y ustedes se pusieron aquí y no todas las personas están diseñadas para el éxito”

mencionaba una y otra vez el entrenador. Había que entender eso primero como equipo que por falta de calidad no nos quedamos en la semifinal dos veces seguidas, esto iba más allá.

Hay algo que siempre le digo a mis jugadoras acerca de la autoconfianza y es que esta siempre debe estar en un punto medio. Nunca tan arriba porque te relajas y dejas de trabajar, pero tampoco tan abajo porque te crees incapaz de lograr lo más mínimo. Era ese pequeño y gran constructo sobre el que teníamos que trabajar puesto que la percepción del talento desmedido en las integrantes de este equipo nos hacía pensar que EL TALENTO EN EL CAMPO DE JUEGO iba a ser suficiente para ser campeonas y cuando lo pusimos en servicio del equipo y lo entrenamos todos los días y no lo logramos, les confieso que honestamente estábamos perdidas pues no identificábamos hacia donde ir, el para qué de las cosas o porque otro camino intentarlo. Aunque era muy claro, el dolor de no haber conseguido esa final nos nubló casi hasta medio torneo el camino a seguir, era difícil de ver, pero no tan difícil de conseguir puesto que las bases estaban sentadas y sólidas de los dos torneos anteriores, en realidad lo que había pasado antes no eran temporadas que podíamos denominar como un fracaso, “eran pequeños pasos para el éxito”.

La clave siempre estuvo ahí: teníamos que ser

AGRESIVAS EN LA VIDA, QUERER SIEMPRE MÁS Y MÁS en todo, no solamente en el campo.

 Esa jugadora modelo que construimos en la identidad de cada Tuza sub-19 necesitaba también tener hambre de ser una mejor yo afuera del campo querer ser la mejor estudiante, dormir bien, ir al gimnasio, cuidar su alimentación, estirar después de cada entrenamiento, hacer trabajo extra, meterse a la crioterapia sin que se le obligue, asistir a las sesiones individuales con la psicóloga sin necesidad de que algo malo estuviera pasando más que el hecho de querer ser mejor que ayer. Ahí estuvo siempre la respuesta: el talento jamás fue suficiente para ganar ese campeonato, pero la disciplina y el foco atencional en lo que eres y quieres convertirte definitivamente te acercan un poco más sobre todo en una categoría de formación no solo futbolística sino formación para la vida.

La neblina dejó de ser tan penetrante cuando las jugadoras de este equipo dejaron de ver todos estos hábitos como sacrificios y estos pasaron de ser piedras tan pesadas que llevaban en sus mochilas a diario que tenían de título “estoy sacrificando estar con mi familia”, “las niñas de mi edad no tienen que cuidar todo el tiempo lo que comen”, “estoy cansada de la rutina”, “yo vine a jugar fútbol y no estudiar” a entender que nadie las obligó a estar aquí y que en realidad todas estas cosas que se sienten como un  “sacrificio” eran sus propias elecciones, si querían jugar fútbol profesional y ser campeonas: NECESITABAN DECIDIR QUERERLO, la gloria y el dolor ambos al mismo tiempo porque uno no existe sin el otro. Priorizar el entrenamiento invisible antes que cualquier placer de corto plazo que las alejaban de su mejor versión y de ese campeonato era lo que había después de la neblina.

Entonces ¿qué pasaba ahora con esas piedras en la mochila que llevaban a diario? Justo eso dejaban de ser tan pesadas porque se habían convertido en elecciones, un día a la vez, una decisión a la vez. Comerme las papas o comerme una manzana, no estirar e irme rápido del entrenamiento o quedarme a darle atención a mi cuerpo, meterme al hielo porque alguien me vigila o hacerlo que decida elegir lo que hace bien, esperar a que un problema me inunde y me robe la salud mental o asistir a sesión con mi psicóloga para cuidar mi estabilidad emocional como humana y futbolistas.

Ahí estuvo la clave de dejar de toparse con la misma piedra que en la mochila de todos los días YA NO LLEVABAN PIEDRAS que cuando se sentían pesadas las dejaban tiradas en el camino que al otro día tenían que recorrer por el mismo sitio, al no haber estas dejaron de toparse con ellas ahora en la mochila llevaban talento, disciplina, trabajo duro y llevaban gloria, pero sobre todo llevaban elecciones.

Entonces ahora si cuando estábamos listas FUIMOS CAMPEONAS, lo cual es un sentimiento indescriptible e inefable que dura semanas en el pecho, el alma y en todo el cuerpo, pero esa es otra historia y se las contaré después. Es importante que tú querido lector o lectora entiendan que en el deporte no existen los sacrificios sino las elecciones

Y para ser campeonas hay que ser agresivas en el campo y agresivas en la vida, QUERER SIEMPRE MÁS. Solo quien es campeón está dispuesta a decidir y a dejar de sacrificar.

Resumen de CV

Formación académica:

  • En Psicología Organizacional- Universidad de las Américas Puebla
  • En psicología Clínica – Universidad de las Américas Puebla
  • Maestría en Psicología del deporte – Universidad Autónoma de Nuevo León

Experiencia:

  • Fútbol: Psicóloga deportiva en Federación Mexicana de fútbol, Club Deportivo Guadalajara Chivas, Club Puebla y Club Lobos BUAP

Otros deportes en trabajo individual: tenis, natación, atletismo, kung fu, basquetbol

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