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Del 4-4-2 al 4-2-3-1.

Todos sabemos que desde la creación del fútbol, las tácticas y estrategias, el modo en que los jugadores se colocan sobre el campo y el estilo de juego han ido cambiando, y la misma historia de cómo se posicionan los jugadores es la historia de cómo evoluciona la mentalidad futbolística. Ahora nos parece descabellado que un entrenador de nivel se atreva con las primitivas tácticas del 2-3-5 o la W-M, o incluso con el mítico 4-2-4 de Brasil en el Mundial de 1970.

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Todos sabemos que desde la creación del fútbol, las tácticas y estrategias, el modo en que los jugadores se colocan sobre el campo y el estilo de juego han ido cambiando, y la misma historia de cómo se posicionan los jugadores es la historia de cómo evoluciona la mentalidad futbolística. Ahora nos parece descabellado que un entrenador de nivel se atreva con las primitivas tácticas del 2-3-5 o la W-M, o incluso con el mítico 4-2-4 de Brasil en el Mundial de 1970.

Desde que tuve uso de razón para seguir el fútbol, la táctica predominante ya era el 4-4-2, y parecía una táctica inamovible salvo algunos planteamientos más defensivos por parte de equipos pequeños en clara inferioridad u otros un poco más atrevidos, generalmente avivados por la escuela holandesa. Pero llegó un momento, a finales de los noventa y durante la década del 2000 que en la liga española se impuso el 4-2-3-1, que aumentaba la importancia del centrocampista defensivo o del doble pivote, de los medias punta y dejaba un único delantero al que se le exigían nuevas cualidades para poder desarrollar su rol estando sólo en punta: capacidad de desmarque, de jugar de espaldas a portería, derroche físico…

Esta formación aparentemente apareció por generación espontánea y se impuso por inercia, y siempre me pregunté cómo había surgido y por qué había triunfado. En pocas palabras: en qué momento un equipo con una formación 4-2-3-1 le dio tal repaso a otro con el 4-4-2 que a nadie más se le ocurrió volver a confiar en ese esquema. Y la respuesta a mis interrogantes los encontré en un artículo muy divulgativo de Jonathan Wilson para The Guardian, en el que explica esta evolución y cómo está triunfando en estos momentos en la liga inglesa, mientras curiosamente en España parece que muchos entrenadores vuelven al 4-4-2.

Para empezar hay una contestación a mi principal pregunta en clave inglesa: tras una aplastante victoria del Bolton sobre el Sunderland en la presente temporada por 4-1, en el que sería el último partido del Roy Keane como entrenador del Sunderland, el técnico admitió en la rueda de prensa que gran parte de las razones de la derrota estribaban en su formación 4-4-2 ante el 4-2-3-1 del Bolton, que inutilizó con un mayor control del balón la amenaza atacante de la dupla Kenwyne Jones y Djibril Cissé. Lo que para nosotros ya es habitual desde hace años, empieza a ser aceptado por los ingleses, que todavía consideran que un esquema con menos de dos delanteros centro es defensivo por definición, lo mismo que sucedía aquí hace años. Con ejemplos como el papel de la selección española en la pasada Eurocopa, apreciamos como el juego puede ser netamente ofensivo, al margen de si se plantea con un 4-4-2 o con un 4-2-3-1. En el caso de España, el resultado fue un 4-1-4-1 con un solo jugador de contención, Senna, esquema que se aplicó a partir de la lesión de David Villa.

Los esquemas que presentan hoy en día el Barcelona, Manchester United o la Roma son evoluciones del 4-2-31, y desde luego no son planteamientos defensivos, pero volvamos al origen.

¿Cómo se introdujo este esquema en España?

Según explica Daniel Alejandro Barea Romero en la revista Training Futbol, fue Juanma Lillo el que por primera vez la puso en práctica, a las órdenes de la Cultural Leonesa en Segunda División la temporada 91-92 y la popularizó en el Salamanca, al que consiguió ascender desde 2ªB a Primera. El mismo Lillo explica que su intención era presionar y tratar de robar el balón lo más arriba posible, con el objetivo no de “jugar para presionar”, sino “presionar para jugar”, es decir, la presión no es el estilo de juego, es la herramienta que te permitirá desarrollar tu estilo de juego. Entrenadores como Sacchi, uno de los principales impulsores del 4-4-2 con el que jugaba aquel gran Milan que ganó las Copas de Europa del 1989 y 1990, habla del paso hacia el 4-2-3-1 como un “paso atrás”, como un paso reactivo que prima las características individuales de cada jugador por encima del equipo.

Él mismo explica su experiencia en el Real Madrid, donde este sistema ya estaba muy definido:

“No había proyecto, todo iba sobre explotar cualidades individuales. Sabíamos que Zidane, Figo y Raúl no estaban hechos para bajar a defender, así que era necesario poner a un hombre por delante de la defensa que defendiera (Makelele), pero eso es fútbol reaccionario. No multiplica las cualidades de los jugadores exponencialmente, que en realidad es el objetivo de las tácticas”. En su artículo Jonathan Wilson también señala el cambio en la regla del fuera de juego como uno de los factores para explicar la evolución táctica.

El 4-4-2 “a lo Sacchi” reclamaba que hubiera poca distancia entre líneas, con lo que la defensa debía jugar bastante adelantada. Con la imposición de que el jugador que está en línea con la defensa no está en fuera de juego, la tendencia de las defensas es jugar más profunda y mientras que el 4-4-2 necesita una defensa adelantada, en el 4-2-3-1 te permite ser más flexible con el posicionamiento de la zaga. Para el fútbol británico, la adopción de este tipo de esquemas es tan significativo como la creciente llegada de entrenadores internacionales. Definitivamente, el fútbol inglés sale de su clásico encorsetamiento para permitir tener en estos momentos la liga más competitiva del mundo.

SANTI PLAZA. NOTAS DE FUTBOL.COM

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