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La sobrevaloración del triunfo

Hoy te la da tu propio equipo, tu propio entrenador, tu propio club, tu propio entorno, tu propio empresario, tus propios amigos y familiares, etc.

Hoy se hace de un triunfo un éxito.

El triunfo es más inmediato, es más corto, en tiempo y resultado, el éxito en cambio es más mediato, es más duradero y se logra después de un buen número de triunfos.

Hoy después de un triunfo subimos fotos a las redes como si hubiéramos salido campeones, hoy los empresarios exageran dicho resultado con el afán de que su representado “sobresalga” más para que cueste más, lo familiares lo igualan con los mismos resultados que obtuvieron jugadores de enorme recorrido, los directivos justifican resultados negativos con éste positivo, los entrenadores se aferran a esta victoria para ocultar una mala campaña, etc., descuidando la valoración correcta del triunfo y del proceso.

Muchos pícaramente utilizan y sobrevaloran un triunfo para justificar una temporada.

Un ejemplo muy reciente vi a un entrenador, club y plantel de jugadores exhibir un triunfo como si hubieran ganado el torneo, como si hubieran logrado el objetivo, etc. y después del mismo perder 3 partidos seguidos y no subir nada ni comentar nada.

Se sobrevaloro un triunfo el cual solo fue un pequeño parche temporal de una temporada difícil.

A mi criterio existen triunfos parciales que no son éxitos totales, aunque muchos se encargan de acercar las diferencias entre unos y otros.

Puede pasar que esta acción que se hace más por “intereses” que planificada lleve a un plantel, un jugador o una institución a perder piso, a perder el camino real hacia el éxito y ser los propios lo que ponen la piedra en el camino.

Si se “disfruta” y se entiende correctamente la importancia del triunfo los efectos o consecuencias del mismo pueden ser muy positivas.

No es lo que este articulo busca ahora.

Existen los triunfos de rendimientos también y no solo de resultados.

Hacemos una evaluación desmedida e irreal de un rendimiento en un partido donde se logró el triunfo, pero frente a un equipo de menor calidad, menor categoría, incluso menor edad, etc., pero nos encargamos de realizar grandes comentarios sin la objetividad necesaria para realizarlo. Que bien jugó, hizo 3 goles, gran rendimiento, esta para jugar en otro nivel, etc.

Mostramos pequeños triunfos como importantes logros. Muchas veces los mismos solo son pequeños pasos de una larga caminata. Pero nos seduce los “me gusta”, los elogios, los buenos comentarios, ganar prestigio, manipular, distraer de una situación adversa, La mentira está en auge porque no tiene consecuencias. Agravada muchas veces por los medios de comunicación que se hacen cómplices de las mismas. preocupados más por exponerlas que confirmarlas.

No es solo el triunfo, es también rendimientos, donde jugó, contra quien jugó, en que categoría lo hizo, contra cual rival, en que momento, contra que edades, este rendimiento en esta categoría se puede comparar con otra, ¿jugar bien en sub 20 es clave para ganarte un lugar en primera?, etc.

Los cuerpos técnicos tenemos enorme responsabilidad de manejar correctamente los triunfos y las derrotas. Evaluar las causas y consecuencias, lo positivo y negativo, la real dimensión de dicho triunfo, ni magnificar ni infravalorar.

Siendo muy joven (29 años) fui preparador físico del Club Atlético Peñarol de Uruguay. (un grande de dicho país). Me toco salir campeón en una liguilla y estando festejando muy efusivamente dicho logro en la cancha, se me acercó el capitán del equipo y me dijo: “tranquilo Profe, no hemos ganado nada, solo cumplimos con nuestro deber”. Esto a raíz de la gran diferencia deportiva, económica y de nivel de jugadores que existían entre unos equipos y nosotros. Yo sobrevalore un triunfo o un éxito, el capitán le dio la real dimensión del mismo.

Creo en la aplicación correcta de la valoración del triunfo de toda una organización donde el área psicológica y la dirección deportiva sean los encargados de la misma.

No aprovechar un triunfo solo para sobredimensionar rendimientos.

Ni grandes fenómenos en el triunfo ni espantosos en la derrota.

El triunfo bien encaminado es, puede y debe ser utilizado como algo muy positivo para lo que sigue.

El triunfo no es definitivo y el fracaso no es fatal, lo que cuenta es el proceso.

El triunfo mal encaminado puede ser el primer paso para el fracaso.

Debemos regular los comportamientos después de un triunfo.

Como consecuencia de resultados positivos en una competencia el deportista puede sobrevalorar sus capacidades y pensar que es alguien que en realidad no es.

Nuestra obligación dentro de un equipo de trabajo es que esto no suceda.

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