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Diccionario futbolístico

A pesar de ser arte de lo impensado y del engaño, como ya hemos dicho, el fútbol tiene una lógica aplastante: gana el que juega mejor.
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A pesar de ser arte de lo impensado y del engaño, como ya hemos dicho, el fútbol tiene una lógica aplastante: gana el que juega mejor. Es decir, como también ya hemos subrayado, gana el que se divierte jugando al fútbol. Esto no significa, claro está, que un mal equipo de fútbol no gane partidos, e incluso campeonatos y hasta campeonatos mundiales, pero caerá pronto en el olvido y, a lo sumo, inscribirá su mediocre nombre en las estadísticas, esa palabra que etimológicamente remite a una «ciencia del Estado» de la que son tan amigos, precisamente, los mediocres del fútbol y también los mediocres de los demás ámbitos de la realidad.
Dentro de esa lógica aplastante existen máximas y secretos que estoy convencido de que resultará divertido analizar a partir de estas páginas, construyendo lo que podría llamarse una suerte de diccionario futbolístico. Aquí van algunos conceptos.

Para el medio nunca ¡Gran verdad del fútbol! A menudo observamos cómo un defensor lateral, por ejemplo, da un pase hacia el medio porque se ve apurado por su banda y, a pesar de que pueda parecer que ningún rival merodea por las inmediaciones, una presión inteligente, o los nervios del defensa, convierte a ese pase en un infierno de inseguridad para todo el equipo. Por ello siempre el pase debe ser hecho hacia las bandas, sobre todo en la zona de distracción o en las inmediaciones del área propia.

En el área chica es pelota del portero Por alto, por bajo, al medio, el área pequeña es territorio exclusivo del portero. De ahí también la regla que impide cargar contra él allí. El portero deberá salir siempre con la rodilla al aire, para intimidar al contrario, para que el delantero sepa que se encontrará con un obstáculo insalvable la próxima vez que lo intente. Si el portero hace del área chica su reducto, la portería tendrá más posibilidades de no ser traspasada por el balón.

Si viene de un lado, el portero la tiene que sacar para el otro Fundamental. La jugada que el equipo rival culmina por un costado del campo debe ser transformada por el portero de manera tal que pille a los contrarios en inferioridad numérica. Eso se consigue sacando el balón jugado para el otro lado. Siempre.

Pelotazos y centros frontales: los defensores se van llenos de chichones Los pelotazos y los centros frontales tienen una única consecuencia: los defensas rivales se van a casa con la cabeza magullada, y poco más. La idea de situar al central como delantero centro en los últimos minutos del encuentro, es dar más alas al azar, y pocas veces sirve de algo. Evitar el azar, he ahí uno de los secretos más preciados del fútbol.

Mientras la portería esté en el centro habrá que entrar por las bandas Es ésta quizás la verdad más sagrada del fútbol a la hora de ocupar ofensivamente el espacio, y el símbolo de su decadencia se observa en que cada vez hay menos punteros o wines, cuyas funciones sean las de abrir las bandas para tirar el centro atrás. Luis Figo, el último de la estirpe, se aburría tanto que se tiraba al medio casi siempre.

Centro atrás es medio gol Otra de las grandes verdades del fútbol: el centro atrás. Bien dirigido, es medio gol, porque encuentra a los defensores a contrapierna, pasándose incluso de la jugada, y a los posibles rematadores con el balón de cara para enviarlo directamente al fondo de las mallas.

Centro «a la olla» De idéntica manera que los pelotazos y centros frontales, por más que se realicen desde un costado, con los centros a la olla no se conseguirá cocinar nada bueno, porque siempre tiene el defensa más posibilidades de despejar que el delantero de cabecear.

Centro para víboras Son los centros tan bajos que parecen estar dedicados a que cabeceen las víboras. Salvo en contadas ocasiones, en las que el delantero tira un centro fuerte porque no ve opciones y tiene la sensación de que cualquiera que toque el balón terminará en la red, los centros tienen que estar pensados para ser dirigidos a la cabeza del atacante, uno en el primer palo y otro en el segundo (intercambiándose el lugar tirando diagonales para despistar a los defensas), y a los jugadores que lleguen desde la segunda línea, cuantos más mejor, claro está.

Centro de compromiso Algo similar ocurre con los centros llamados de compromiso, en los que el jugador atacante llega a desbordar por su banda y tira un centro sin mirar a quien, más para sacarse el balón de encima que para ejecutar un centro que lleve peligro al rival. Otra manera (más) de regalar la pelota al rival. Cabecear siempre para abajo Los grandes cabeceadores lo saben.

Cabecear se hace siempre para abajo, de pique al suelo, intentando claro está que la pelota no de un bote tan elevado que se vaya por encima del travesaño. Pero es preferible esto a que se cabecee para arriba o incluso a nivel de la frente. ¡Siempre para abajo!

Los grandes jugadores se demuestran en campo rival Existen muchos buenos jugadores de fútbol, y muchos más malos. Pero el verdadero crack, ese que «marca la diferencia», lo debe demostrar. Y ningún lugar mejor para hacerlo que el campo del eterno rival, o en un partido de gran relevancia como la final de un Mundial. Es por ello que creo que sólo Pelé y Maradona, y quizás Ronaldo, pueden ser distinguidos con la estola de verdaderos cracks, porque atesoran en sus vitrinas alguna Copa del Mundo. También hay que pensar que tanto Pelé como Ronaldo jugaron los Mundiales en los que fueron estrellas indiscutidas rodeados de grandísimos jugadores, y Maradona, en México del 86, prácticamente jugó solo (acceda el lector a alguna publicación por Internet y verá los nombres de los futbolistas a los que el Diego hizo campeones del mundo).

Goles que se fallan se pagan con fuego Otra máxima de esas que dejan huella en el fútbol. El gol no se presenta, como dijimos, se van creando las oportunidades y llega, cae como fruto de árbol maduro, porque el gol es un pase a la red. Pero a veces esas ocasiones no se materializan, y el equipo entra en una fase de cierta desesperación incorregible, que terminará casi siempre con un gol convertido por el rival. Sólo los jugadores con malicia, con ese punto de mala leche tan necesario, que no es otra cosa que un gran nivel competitivo, son capaces de percibir el desarrollo de ese mecanismo in situ y pondrán toda la carne en el asador para marcar un gol, porque saben lo que espera si no a su equipo.

Del libro: FUTBOL. LA VIDA EN DOMINGO. DE PABLO NACACH.

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