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Psicología del deporte y lesiones deportivas

Pepe jugador del Madrid en pleno trabajo de rehabilitación. 04.02.10 Desde luego lo mejor es poder realizar una labor preventiva que reduzca al máximo los factores psicológicos de riesgo de lesión, como el estrés elevado. Sin embargo, si la lesión ya se ha producido, se pueden evaluar determinados aspectos que van a contribuir a que el deportista maneje mejor la situación e incluso acelere su recuperación. Una primera tarea se centra en la evaluación del impacto emocional de la lesión y de las consecuencias de ésta.

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Pepe jugador del Madrid en pleno trabajo de rehabilitación. 04.02.10 Desde luego lo mejor es poder realizar una labor preventiva que reduzca al máximo los factores psicológicos de riesgo de lesión, como el estrés elevado. Sin embargo, si la lesión ya se ha producido, se pueden evaluar determinados aspectos que van a contribuir a que el deportista maneje mejor la situación e incluso acelere su recuperación. Una primera tarea se centra en la evaluación del impacto emocional de la lesión y de las consecuencias de ésta.

También es importante evaluar su grado de motivación para facilitar la necesaria adherencia a las tareas de rehabilitación y remover, en su caso, los obstáculos percibidos que pudiera haber, incluyendo una habitual tendencia a la evitación o el escape.

PASOS CUANDO LA LESIÓN SE HA PRODUCIDO.

PRIMER PASO:

a. Evaluación del impacto emocional.
b. Consecuencias de la misma.
c. Motivación para la rehabilitación.

SEGUNDO PASO:

a. respuestas emocionales asociadas a la lesión.
b. Motivación y auto-confianza para tareas de rehabilitación.

TERCER PASO:

a. preparación psicológica para el regreso.

CUARTO PASO:

a. trabajar sobre el miedo a nuevas lesiones.

La intervención psicológica tras sufrir una lesión, se puede centrar en diversos factores, entre los que podemos mencionar: el control de las respuestas emocionales asociadas a la lesión; el desarrollo de la motivación y la auto-confianza respecto al programa de rehabilitación; la optimización del rendimiento en las tareas de rehabilitación y el tiempo de inactividad. Hay otra vertiente también relevante y que consiste en facilitar el tránsito desde una situación de tratamiento de la lesión a la de su vuelta a la actividad deportiva, momentos normalmente cruciales para su rendimiento posterior. Por ello se suele actuar con el deportista para prepararlo psicológicamente para su vuelta, así como para afrontar adecuadamente las secuelas de la lesión.

Ello es todavía más relevante si la consecuencia es que no le es posible volver al nivel anterior o incluso debe abandonar por completo la actividad deportiva, al menos como practicante. Podemos marcar las prioridades partiendo de dos parámetros relevantes de forma simultánea. Por una parte en función de las características o necesidades particulares del deportista concreto con el que trabajemos. Podemos encontrarnos con casos en que éste tiene mayor control emocional o claridad de ideas sobre el desarrollo de la lesión, que en otros casos de deportistas que se sienten incapaces de manejar la situación.

También hay diferencias personales en cuanto a la situación deportiva, desde la posible existencia de compromisos deportivos profesionales, hasta el momento y papel de esa persona en el calendario competitivo de su especialidad. Por otra parte, hay cierta secuencia lógica determinada por las características de las técnicas o procedimientos de intervención psicológica que apliquemos.

Por ejemplo, si vamos a emplear técnicas de visualización (imagery) para reducir el impacto negativo sobre el tono muscular, será preciso primero que enseñemos al deportista a llegar previamente a un grado adecuado de relajación. Esta es una cuestión muy relevante, ya que todos sabemos que la probabilidad de que se produzca una lesión después de haber sufrido alguna anteriormente, es mayor, más allá de lo que sería objetiva o médicamente esperable. La experiencia nos demuestra que esta es una realidad y que es conocida por los propios deportistas. Sin embargo, lo más paradójico es que muchas veces es esa anticipación, ese miedo, lo que a su vez nos hace actuar de forma que objetivamente aumentemos el riesgo de lesión. El temor nos puede llevar a no estar todo lo atentos que en ocasiones necesitamos, a prestar atención a estímulos que no son los relevantes.

También nos puede restar la coordinación o velocidad necesaria porque nuestros músculos están agarrotados por la tensión de ese temor. Podemos estar limitando nuestros gestos técnicos o realizarlos de forma inadecuada, lo que a su vez aumenta el riesgo de algún daño físico, directamente en la acción del deportista o por choque con otro. En otro sentido, el miedo a posteriores lesiones también puede afectar a la conducta de entrenamiento y competición, llevándonos a elaborar consciente o inconscientemente, comportamientos de evitación o escape que se podrían traducir en no acudir a todos los entrenamientos, entrenar con menor intensidad y dedicación de la necesaria o intentar no acudir a las competiciones o al menos, reducir al máximo la participación o exigencia.

Todos éstos son factores van a repercutir negativamente a la hora de alcanzar el rendimiento anterior, ya no digamos aumentarlo. Este es un tema fundamental y preocupante, no sólo pensando en deportistas profesionales a quienes les afecta en su desarrollo económico y social, sino en cualquiera, ya que afecta a una de las actividades de que disponemos para actuar favorablemente sobre nuestra salud, bienestar, ocio y condición física.

Por eso, tenemos que hacer una labor preventiva, especialmente con los deportistas de alto rendimiento y profesionales, ya que tienen más probabilidades de tener que enfrentarse a esa posibilidad y su repercusión será mayor. Si se da esa retirada, con nuestro trabajo psicológico tenemos que conseguir que el deportista acepte su situación, reduzca su impacto emocional y desarrolle nuevos intereses o alternativas interesantes muchas veces vinculadas a su antiguo campo de trabajo. Para el desarrollo de estas estrategias, hay que tener en cuenta el estado de indefensión y el bajo estado de ánimo del deportista.

Será conveniente plantear objetivos alcanzables que no sean amenazantes para su auto-estima y fortalezcan su auto-confianza. También es parte de la labor del profesional de la psicología del deporte contribuir a que potencie su red de apoyo social o que evite consolidar sentimientos de indefensión e inutilidad.

Dr. Enrique Cantón.

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